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A mis hijos se los lleva el agua de la lluvia, el azote del viento y el fuego del sol.
A mis hijos que moran cerca del borde se los lleva el viento: los cedo a la intemperie, los dono involuntariamente al océano, los sueño volando a la mano indicada y, por mal acompañarlos,
me desplomo del vuelo en ocasiones de inoportuna conciencia.
A mis hijos no se los lleva nada ni nadie si no los paro: magra ventaja a la que me niego.
algunos
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